El Ecuador
Nos encontramos frente a una particular diversidad étnica: tsáchilas, chachis, awás, épera, los recientemente “redescubiertos” huancavilcas y manteños, quichuas, sionas, secoyas, cofanes, shuar, achuar, huao y záparos (ya en extinción), todos conservan su propio idioma hasta la actualidad, 500 años después del inicio de la Conquista europea y en plena época de globalización. Los grupos afro, ubicados principalmente en las provincias de Esmeraldas e Imbabura, que, si bien llegaron accidentalmente (como los grupos indígenas 12 mil años antes y los europeos, bastante después), hoy forman parte del gran acervo étnico del país. Vemos, entonces, que el Ecuador hace gala de una vasta diversidad cultural.
Pues bien; entonces, ¿cómo hay que resguardar nuestro patrimonio intangible? ¿Se trata simplemente de “conservar” las etnias con lengua propia? ¿De atesorar intangibles a las culturas, como una especie de museo humano viviente?
La cultura cambia inexorablemente en el tiempo y el espacio. Si pretendemos conservar las etnias y culturas (del Ecuador o cualesquiera que fueran) intocables, estáticas, como en la última fotografía o etnografía que se les haga, el fracaso es inminente; y sería un error e irrespeto tan grave cuanto el etnocidio.
Así, los tapices y tejidos que vemos hoy en la Plaza de los Ponchos de Otavalo, no son, ni cercanamente, los mismos que se fabricaban hace quinientos años; ni siquiera hace veinte. Cambian, se mejoran y matizan con colores inspirados en los nuevos requerimientos, en sus nuevas ideas y, porqué no, en referentes de otras latitudes.
Nos encontramos frente a una particular diversidad étnica: tsáchilas, chachis, awás, épera, los recientemente “redescubiertos” huancavilcas y manteños, quichuas, sionas, secoyas, cofanes, shuar, achuar, huao y záparos (ya en extinción), todos conservan su propio idioma hasta la actualidad, 500 años después del inicio de la Conquista europea y en plena época de globalización. Los grupos afro, ubicados principalmente en las provincias de Esmeraldas e Imbabura, que, si bien llegaron accidentalmente (como los grupos indígenas 12 mil años antes y los europeos, bastante después), hoy forman parte del gran acervo étnico del país. Vemos, entonces, que el Ecuador hace gala de una vasta diversidad cultural.
Pues bien; entonces, ¿cómo hay que resguardar nuestro patrimonio intangible? ¿Se trata simplemente de “conservar” las etnias con lengua propia? ¿De atesorar intangibles a las culturas, como una especie de museo humano viviente?
La cultura cambia inexorablemente en el tiempo y el espacio. Si pretendemos conservar las etnias y culturas (del Ecuador o cualesquiera que fueran) intocables, estáticas, como en la última fotografía o etnografía que se les haga, el fracaso es inminente; y sería un error e irrespeto tan grave cuanto el etnocidio.
Así, los tapices y tejidos que vemos hoy en la Plaza de los Ponchos de Otavalo, no son, ni cercanamente, los mismos que se fabricaban hace quinientos años; ni siquiera hace veinte. Cambian, se mejoran y matizan con colores inspirados en los nuevos requerimientos, en sus nuevas ideas y, porqué no, en referentes de otras latitudes.
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